¿Es indispensable el sacramento de la confesión para la salvación?
Santo Tomás de Aquino nos ilustrará para ver la necesidad de este Sacramento:
Objeciones por las que parece que este sacramento es indispensable para la salvación.
1. Comentando las palabras de Sal. 125,5: Los que sembraban con lágrimas, dice la Glosa: No estás triste si posees una buena voluntad, porque ella te producirá frutos de paz. Pero la tristeza es elemento propio de penitencia, según las palabras de 2 Cor 7,10: La tristeza según Dios produce firme penitencia para la salvación. Luego la buena voluntad sin la penitencia es suficiente para la salvación.
2. Aún más: se dice en Prov. 10,12: El amor cubre todas las faltas, y un poco después en 15,27: La misericordia y la fe perdonan los pecados. Ahora bien, este sacramento no tiene otro fin que el perdón de los pecados. Luego, teniendo caridad, fe y misericordia, cualquiera puede conseguir la salvación, aun sin el sacramento de la penitencia.
3. Y también: los sacramentos de la Iglesia tienen su origen en la institución de Cristo. Pero en Jn. 8,11 se lee que absolvió a la mujer adúltera sin la penitencia. Luego parece que la penitencia no es indispensable para la salvación.
En cambio dice el Señor en Lc. 13,5: Si no hiciereis penitencia, todos igualmente pereceréis.
Solución. Hay que decir: Una cosa es indispensable para la salvación de dos modos: uno, de modo absoluto; otro, en determinadas circunstancias. De modo absoluto es indispensable todo aquello sin lo cual nadie puede salvarse, como es la gracia de Cristo o el sacramento del bautismo, mediante el cual se renace en Cristo. Pero el sacramento de la penitencia es indispensable sólo en determinadas circunstancias, o sea, es indispensable no a todos, sino a aquellos que yacen bajo el peso del pecado. Se dice, en efecto, y tú, Señor de los justos, no impusiste penitencia a los justos Abrahán, Isaac y Jacob, los cuales no pecaron contra ti.
Ahora bien, el pecado, una vez consumado, engendra la muerte, como se dice en Sant. 1,15. Por tanto, es indispensable para la salvación del pecador que le sea quitado el pecado. Lo cual no se puede conseguir sin el sacramento de la penitencia, en el cual actúa la virtud de la pasión de Cristo por la absolución del sacerdote en simultaneidad con los actos del penitente, el cual coopera con la gracia en la destrucción del pecado, puesto que, como dice San Agustín: El que te creó sin ti no te salvará sin ti. Por consiguiente, queda claro que el sacramento de la penitencia es indispensable para la salvación después del pecado. De la misma manera que la medicina es indispensable para el cuerpo después que uno ha contraído una enfermedad grave.
Respuesta a las objeciones:
1. A la primera hay que decir: Esa glosa parece que debe referirse a aquellos cuya buena voluntad no ha sido interrumpida por ningún pecado: éstos, ciertamente, no tienen ningún motivo de tristeza. Pero desde el momento en que la buena voluntad ha quedado suprimida por el pecado, no puede ser restituida sin la tristeza, puesto que uno debe dolerse del pecado cometido. Y este dolor pertenece a la penitencia.
2. A la segunda hay que decir: Desde el momento en que uno ha cometido un pecado, no le libran de él la caridad, la fe y la misericordia sin la penitencia. La caridad, en efecto, exige que el hombre se duela de la ofensa cometida contra el amigo, y que el hombre busque la reconciliación con el amigo. Igualmente, la fe exige que uno quiera ser justificado por la virtud de la pasión de Cristo, que actúa en los sacramentos de la Iglesia. Y, finalmente, la misericordia bien ordenada exige que el hombre remedie con la penitencia la miseria en que cae por el pecado, según las palabras de Prov 14,34: El pecado hace miserables a los pueblos. Por eso, también se dice en Ecl. 30,24: Ten misericordia de tu alma haciendo lo que place a Dios.
3. A. la tercera hay que decir: Cristo confirió a la mujer adúltera el efecto del sacramento de la penitencia, que es la remisión de los pecados, por la potestad de excelencia que solamente él tuvo, como se dijo ya, aunque se le confirió no sin la penitencia interior, que él mismo por la gracia produjo en ella.
Santo Tomás de Aquino - Suma Teológica 3ª pars Q 84, art. 5