Entrevista con el Superior General de la FSSPX con motivo de su jubileo sacerdotal

Fuente: Distrito de España y Portugal

Las ordenaciones nos permiten ver, en los nuevos sacerdotes ordenados, la eclosión de los frutos en plena madurez de los seminarios. Pero también permiten celebrar los aniversarios de ordenación de los sacerdotes con 25, 50, 60 años de sacerdocio... Estos aniversarios deben provocar en nosotros una acción de gracias.

Con motivo de su 25 aniversario de sacerdocio, el Distrito de Italia realizó una entrevista al Superior General, el Padre Davide Pagliarani, quien se encontraba de visita en Albano Laziale. En esta entrevista, el Superior nos ofrece su testimonio sobre el valor del sacerdocio y su experiencia personal.

A continuación, incluimos el texto completo de la entrevista traducida del italiano.

 

 

Está celebrando el 25 aniversario de su sacerdocio. ¿Cómo lo está viviendo?

Sin duda, es el regalo más grande que Dios puede darle a un hombre y la mejor vida que un hombre puede tener. Después de 25 años, toma uno más conciencia de esto cada día, especialmente al mirar la vida pasada y todo lo que ha sucedido. Un sacerdote entiende que Dios no solo lo llama a su servicio, sino que continúa guiándolo con una Providencia muy especial. Yo percibí esto inmediatamente, y me doy cuenta de ello cada vez más.

Una vocación es un llamado del Cielo. ¿Cómo podemos escucharlo y responder a él?

El Señor siempre llama y llamará a las almas a su servicio hasta el fin de los tiempos, ya sea en la vida sacerdotal o en la vida religiosa. Las llama de diferentes maneras: una vocación no es necesariamente algo que se escucha, como una voz o un sentimiento.

Ciertamente, Dios hace sentir una atracción hacia su servicio, hacia todo lo sagrado. Es a través de este modo en particular que Dios llama a las almas. ¿Y cómo podemos escucharlo? Yo diría que lo primero es tratando de vivir en estado de gracia, y luego, sobre todo, estando dispuestos a hacer su voluntad. Estas son las disposiciones fundamentales más simples para poder discernir si Dios nos llama a su servicio.

¿Se imaginó algún día que se convertiría en el Superior General de la FSSPX?

Unos meses antes del Capítulo General de 2018 habían llegado a mis oídos ciertos rumores. Tengo que decir que jamás lo había pensado, hasta ese momento. Recuerdo en particular la alegría de haber podido trabajar durante tres años en Asia, en Singapur.

Después de todos estos viajes a Asia, recuerdo el deseo de permanecer en estos países toda mi vida. En una ocasión, visité un cementerio, con las tumbas de todos los misioneros, un cementerio cristiano, en un país musulmán. Y cuando vi esas tumbas misioneras, recuerdo vívidamente el deseo de pasar mi vida en estos países hasta el final. Ser yo mismo enterrado ahí, lejos de mi patria. Pero el Señor cambió mis planes.

¿Cómo vive esta responsabilidad?

Creo que una pregunta como esta merece una respuesta simple, que podría decepcionar. En realidad, un sacerdote es un sacerdote, ya sea responsable del catecismo de los niños más pequeños o de su primera comunión, responsable de los religiosos y las religiosas, responsable de un priorato, de un distrito, de la formación de los futuros sacerdotes o incluso si es el Superior General.

Es el mismo amor, la misma caridad, lo que debe animar al sacerdote. Las tareas que pueda tener un sacerdote siguen siendo una realidad accidental, contingente, cambiante, con un principio y un final. Lo que no debe cambiar es el celo sacerdotal con el que el sacerdote realiza su ministerio, sus funciones sacerdotales, y debe cumplirlas con el mismo espíritu, sin importar si está a cargo de la catequesis de niños o si es el Superior General.

¿Qué recuerdos guarda de su tiempo en el seminario y de su ordenación?

De mi seminario, recuerdo especialmente el amor a la liturgia, la alegría de preparar las fiestas, las grandes celebraciones, los estudios tan interesantes. El contacto con los compañeros. Es en el seminario donde un futuro sacerdote aprende gradualmente a conocer a los demás, a aceptarlos como son, a amarlos como son. Es a través de esta escuela que el sacerdote, el futuro sacerdote, se prepara para tener la misma actitud hacia las almas que un día le serán confiadas. Es un hermoso recuerdo; es un recuerdo que se vuelve aún más hermoso con el tiempo porque, a medida que pasan los años, comprendemos mejor la importancia de este tipo de escuela.

En cuanto a mi ordenación, debo decir que el recuerdo más vívido que tengo es el de mi primera misa, el día después de mi ordenación. Recuerdo muy bien el momento de la consagración, cuando me incliné sobre el altar para pronunciar las palabras de la consagración por primera vez. Recuerdo haber estado temblando. Recuerdo no solo el sentimiento de indignidad, sino la impresión, la sensación y la certeza de no ser digno de decir esas palabras. Recuerdo muy bien que las dije con un nudo en la garganta. Con un poco de miedo, de temor a Dios. Luego, por supuesto, la alegría de haber celebrado mi primera misa me hizo olvidar ese miedo casi por completo.

 

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Háblenos un poco de su apostolado en el mundo.

Tengo muchos recuerdos, recuerdos muy variados. Países muy distintos, latitudes muy distintas, longitudes muy distintas. Asia, el apostolado de las misiones; Italia, con su situación particular; Argentina, otro país, otro idioma y otro tipo de apostolado: el seminario, la formación de los futuros sacerdotes.

Al pensar en todo esto, lo que más me llama la atención es que, independientemente del lugar o del tipo específico de apostolado, el sacerdote siempre es llamado a la misma misión, a los mismos fines, con los mismos medios. Lo sobrenatural significa hacer que Nuestro Señor viva en las almas. Tratar de hacerlo vivir en uno mismo, para luego comunicarlo a las almas. Y esto es igual en Asia, África, Argentina. Esto se aplica a todo el mundo. Se aplica tanto al sacerdote joven como al sacerdote anciano y al Superior General.

En Italia, los fieles son cada vez más numerosos. ¿Qué consejos puede darnos para que no sea solo un aumento digital?

Creo que no debemos olvidar que el crecimiento del Distrito de Italia, como de cualquier otra obra de la Fraternidad y de la Iglesia, es una realidad esencialmente sobrenatural. Es Dios quien decide cuándo y cómo debe crecer y prosperar una obra. Dios nos pide que cumplamos con nuestro deber, que seamos fieles a nuestro sacerdocio, y luego es Él quien decide cuándo es el momento de suscitar, a través de los acontecimientos, de elementos providenciales, el crecimiento adecuado y necesario. No debemos olvidar esto. 

La vida de la Fraternidad y la del Distrito de Italia no se pueden equiparar a la vida de una empresa, aunque Dios nos pide que hagamos todo lo que está en nuestras manos. En los dos últimos años, especialmente en Italia, se ha producido una reacción más consciente a los desastres del Concilio. Las catástrofes de los últimos años han ayudado a los fieles, a las almas, a darse cuenta de la gravedad de la situación y a buscar los remedios adecuados, desde luego en la Tradición de la Iglesia misma.

Luego vino la epidemia de Covid-19. Dios se ha servido de ella para el bien de las almas. Como todas las pruebas, el Covid-19 también es necesario para el bien de las almas. Y cabe señalar que muchas almas descubrieron la Tradición, tanto en Italia como en otros lugares, debido a la epidemia. Algunas capillas y comunidades han duplicado, triplicado su número. ¿Por qué? Porque durante la crisis de Covid, en la medida de lo posible, nuestros sacerdotes han intentado asegurar a las almas toda la ayuda que pueden brindarles. Se han esforzado por seguir celebrando la misa.

Es preciso decir que los sacerdotes de la Fraternidad están acostumbrados, preparados. En cierto modo, estaban preparados para esta crisis porque, desde hace muchos años, están acostumbrados a celebrar la misa, donde pueden y como pueden, pero a celebrarla de todos modos. Y creo que este hábito providencial ha dado sus frutos.

Si pudiera tener cinco minutos para hablar con Monseñor Lefebvre, ¿qué le preguntaría?

Primero que nada, lo dejaría hablar. Le preguntaría si tiene algo que decirme, qué consejos puede darme, si tiene algún reproche que hacerme. Estoy seguro de que lo tiene. Y le hablaría sobre mis preocupaciones, que creo coincidirían con las que él tenía. Especialmente en lo que concierne a la formación y santificación de los sacerdotes. La misión de la Fraternidad es cuidar del sacerdocio, tratar de asegurar la formación y la perseverancia de los sacerdotes. La fidelidad a lo que han recibido. Esta fue sin duda la principal preocupación de Monseñor Lefebvre. Hablaría con él sobre eso y trataría de conservar cada palabra, la más mínima sugerencia u observación que pudiera salir de sus labios.

¿Y si el Papa Francisco le concediera estos cinco minutos?

Hablaría con el Papa Francisco sobre el mismo tema. Sobre esta preocupación relacionada con la formación, la santificación y la perseverancia de los sacerdotes. Pero no estoy seguro de que nos entenderíamos de inmediato.

¿Tiene algún mensaje para los fieles?

En primer lugar, quiero agradecer a los fieles. Si la Fraternidad existe es gracias a la Providencia que la suscitó, que la hace vivir, es gracias a sus miembros, pero también es gracias a los fieles. La generosidad de los fieles es impresionante en todos los sentidos de la palabra. Apoyan a la Fraternidad, no solo de forma material, sino, sobre todo, moralmente.

Les agradezco sinceramente la generosidad que demostraron durante la última Cruzada del Rosario por las vocaciones. Sobre todo, quisiera recordarles que nunca deben desanimarse. Cuanto más crítica es la situación, más cerca está la Providencia de nosotros. Cuanto más eclipsada por completo la santidad de la Iglesia, más resonará el triunfo de la Iglesia. Cuanto más visible y comprensible sea el triunfo de la Iglesia para todo hombre de buena voluntad, más manifestará la naturaleza divina de la Iglesia misma este triunfo. 

Por eso Dios permite la crisis actual. Dios permite este eclipse que ha durado tantos años. No se desanimen. Dios está mucho más cerca de nosotros cuando tenemos la sensación de estar en una situación irremediable. Nada es irremediable en las manos de Dios, y nada es irremediable mientras mantengamos la Fe.

 

Albano Laziale

Junio 2021