1° Domingo de Cuaresma - textos litúrgicos

Fuente: Distrito de México

Nuestro Señor Jesucristo, después de su bautismo, se preparó para su vida pública y su misión por un período de cuarenta días de ayuno en el desierto. Preparémonos también nosotros por medio del ayuno, la oración y las obras de misericordia para la solemne fiesta de la Pascua.

SOLEMNIDAD DE ESTE DÍA

Este domingo primero de la Santa Cuaresma, es así mismo, uno de los más solemnes del año. Su privilegio aplicado, por las últimas decisiones romanas, a los demás domingos de Cuaresma[1], pero que durante muchísimo tiempo fue exclusivo de Pasión y Ramos, consiste en no ceder el puesto a ninguna fiesta cualquiera, ni la del Patrono, titular de la iglesia o Predicación de la misma. En los antiguos calendarios es llamado el primer domingo de Cuaresma: Invocabit, Primera palabra del introito de la Misa. En la Edad Media se le llamaba: "Domingo de los Hachones" del uso de llevar hachones en la Misa del día, por motivos diversos no idénticos ni en tiempo ni en lugar. En algunos lugares, los jóvenes que se habían propasado en diversiones carnavalescas, debían presentarse hoy en la Iglesia, con un blandón en las manos para dar pública satisfacción de sus excesos. 

Aparece hoy la Cuaresma con todo su solemne atuendo. Los cuatro días precedentes se añadieron bastante tarde para completar los cuarenta días de ayuno, y, el miércoles de Ceniza no tienen obligación los fieles de oír misa. Viendo la Santa Madre Iglesia reunidos a sus hijos les dirige las palabras del oficio de maitines, sirviéndose del elocuente estilo de San León Magno. “Carísimos hijos, les dice, debiendo anunciaros el ayuno sacrosanto y solemne de Cuaresma, ¿por ventura podré empezar más oportunamente mi plática que usando las palabras del Apóstol a quien Jesucristo habla y repitiendo lo que acaban de leeros: He aquí el tiempo favorable, he aquí los días de salvación? Porque, aun cuando no haya tiempo alguno durante el año, que no sea rico en dones celestiales y en que, por la gracia de Dios, no hallemos siempre abiertas las puertas de la misericordia divina, debemos, sin embargo, trabajar en este santo tiempo con mayor celo y excitarnos al progreso espiritual y animarnos de grande confianza. La Cuaresma en efecto, al ponernos a la vista el día sacro en que fuimos redimidos, nos invita a practicar todos los deberes de piedad cristiana a fin de disponernos para la purificación del cuerpo y alma a celebrar los misterios de la Pasión del Señor”.

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