Queremos continuar la Iglesia

Por eso, nosotros, que estamos injertados en la Iglesia, que hemos recibido las aprobaciones oficiales de la Iglesia, queremos continuar la Iglesia, continuar el Sacerdocio, salvar las almas.

Compréndasenos bien: no quiero yo decir que la Fraternidad sea la Iglesia, sino que somos de Iglesia, como lo fueron los Sulpicianos, los Lazaristas, las Misiones extranjeras y tantas otras congregaciones. Hemos sido reconocidos como tales, y así seguiremos siendo. No queremos cambiar.

Hay una sola Iglesia, de la cual somos una rama fecunda, llena de savia, aprobada por la Iglesia, exactamente del mismo modo que lo fueron en otro tiempo las demás Sociedades, y que hoy, por desgracia, están languideciendo y desapareciendo en su mayoría.

La Fraternidad Sacerdotal San Pío X, a nuestro juicio, fue suscitada providencialmente por Dios para ser un faro y una luz en el mundo entero, a fin de salvar el verdadero Sacerdocio, el verdadero Sacrificio de la Misa, la Doctrina y la Tradición de la Iglesia, y llevar la salvación a las almas. Vivimos en un tiempo realmente excepcional y creemos que apocalíptico. Por eso hemos de rezarle a Dios, rezarle a San Pío X, nuestro Patrono, para recibir las gracias que nos fortifican.

Dios casi me forzó a fundar la Fraternidad, a realizar esta obra, que en su desarrollo parece haber recibido su bendición. Negarlo sería negar la evidencia. Todo el mundo puede comprobarlo.

Muchos de nuestros sacerdotes tienen ya más de ocho o diez años de sacerdocio, y el número de católicos que gravita alrededor de ellos, y que están dichosos de tenerlos, es considerable. ¡Cuántas veces recibo cartas o felicitaciones cuando paso por los prioratos!: «¡Ah, Monseñor! ¡Sus sacerdotes! ¡Gracias a Dios que tenemos sus sacerdotes! ¡Qué bien que nos hacen! Nos ayudan, a nosotros y a nuestras familias, a seguir siendo católicos. ¡Qué agradecidos le estamos!».

¡Cómo no constatar la acción de la Providencia cuando se ven todas estas vocaciones venidas de todas partes, y eso a pesar de todos los ataques e intentos subversivos para tratar de demolernos! No hay duda, el diablo hace todo lo que está a su alcance para dividirnos, para desagregarnos, está claro. Y por desgracia, lo ha conseguido en una cierta medida: demasiados son ya los que nos han dejado. He ordenado a trescientos seis sacerdotes desde hace quince años, cincuenta y seis de ellos para las comunidades y monasterios amigos. Naturalmente no hubo muchas ordenaciones en los primeros años. Las primeras ordenaciones importantes comenzaron en 1975. En once años, es una cifra bastante considerable, y eso a pesar de todas las oposiciones y persecuciones contra nuestros seminaristas, a pesar también del desaliento que se provoca en nuestros seminaristas, a los que algunos consiguieron apartar de su vocación.

Permanezcamos unidos, seamos valientes y firmes, sigamos adelante. Dios nos bendecirá ciertamente. No hemos de temer y temblar, sino permanecer resueltos a defender y transmitir nuestra Fe.

Luis Veuillot decía: «Dos potencias viven y están en lucha en el mundo: la Revelación y la Revolución».

Nosotros hemos elegido guardar la Revelación, mientras que la nueva Iglesia conciliar eligió la Revolución.

La razón de nuestros veinte años de combate está en esta elección.

Recemos, roguemos a la Santísima Virgen, a nuestra Reina, a quien está consagrada nuestra Fraternidad, que venga en nuestra ayuda.

Monseñor Marcel Lefebvre