Los hombres, ¿están o no están custodiados por los ángeles?
Objeciones por las que parece que los hombres no están custodiados por los ángeles:
1. Se asignan guardas a algunos que no saben o no pueden custodiarse a sí mismos, como los niños y los enfermos. Pero el hombre puede guardarse a sí mismo por medio del libre albedrío; y lo sabe también por medio del conocimiento de la ley natural. Por lo tanto, el hombre no es custodiado por el ángel.
2. Más aún. Donde hay un custodio más fuerte, sobra el más débil. Pero los hombres están bajo la custodia de Dios, según aquello del Sal 120,4: No durmió ni dormirá el que guarda a Israel. Por lo tanto, no hay necesidad de que el hombre sea custodiado por el ángel.
3. Todavía más. La perdición del custodiado se atribuye a la negligencia del que lo guarda; por lo cual se dijo a uno: Defiende a este varón, porque, si cae, será tu vida el precio de la suya (3 Reg 20,39). Pero cada día perecen muchos hombres, cayendo en pecado, en ayuda de los cuales podían venir los ángeles, apareciéndoseles visiblemente, o haciendo milagros, o por medios parecidos. Serían, pues, negligentes los ángeles si estuviesen encomendados a ellos los hombres. Esto es evidentemente falso. Por lo tanto, los ángeles no son custodios de los hombres.
En cambio está lo que se dice en Sal 90,11: Enviará a sus ángeles para que te guarden en todos tus caminos.
Solución. Hay que decir: Es evidente que, según el orden de la Providencia divina en todas las cosas, los seres mutables y variables son movidos y gobernados por las inmutables e invariables, como todos los cuerpos por las sustancias espirituales e inmóviles, y los cuerpos terrestres por los celestes, que son sustancialmente invariables. Nosotros mismos tenemos también por regla para las conclusiones, en las que podemos opinar diversamente, los principios, que son invariables. Pues bien, no se puede negar que, respecto al obrar, el conocimiento y afecto del hombre pueden variar mucho y apartarse del bien. Por lo tanto, fue necesario que se destinasen ángeles para la guarda de los hombres, por los cuales fuesen dirigidos y movidos hacia el bien.
Respuesta a las objeciones:
1. A la primera hay que decir: Por medio del libre albedrío puede el hombre evitar el mal hasta cierto punto, pero no indefectiblemente; porque sus múltiples pasiones le debilitan el afecto hacia el bien. Asimismo, el conocimiento universal de la ley natural que posee el hombre naturalmente, le encamina también de algún modo hacia el bien, pero tampoco indefectiblemente, porque, al aplicar los principios universales del derecho a los casos particulares, sucede que comete el hombre muchos errores. Por lo cual se dice en Sab 9,14: Inseguros son los pensamientos de los mortales, y nuestros cálculos muy aventurados. Por eso se hizo necesaria para el hombre la custodia del ángel.
2. A la segunda hay que decir: Para obrar bien se necesitan dos cosas. 1) Primero, que el afecto tienda al bien. Esto lo hace en nosotros el hábito de la virtud moral. 2) Segundo, que la razón dé con los medios más convenientes para obrar el bien de la virtud. Esto lo atribuye el Filósofo a la prudencia. Pues, en cuanto a lo primero, Dios guarda directamente al hombre, infundiéndole la gracia y las virtudes. Pero, en cuanto a los segundo, guarda Dios al hombre a modo de maestro universal, cuya instrucción llega al hombre por mediación de los ángeles, como dijimos (q.111 a.1).
3. A la tercera hay que decir: Así como por el afecto al pecado se apartan los hombres del instinto natural del bien, así pueden también desoír las inspiraciones que los ángeles buenos les dan invisiblemente iluminándolos para obrar bien. De ahí que el perderse los hombres no se ha de atribuir a negligencia de los ángeles, sino a la malicia de los hombres. El que alguna vez se aparezcan los ángeles visiblemente a los hombres, fuera del curso ordinario, es por una gracia especial de Dios; como suceden también los milagros fuera del orden de la naturaleza.
Santo Tomás de Aquino: Suma Teológica - Prima Pars, Q. 113, art. 1