El segundo dolor de María
El segundo dolor de María, la huida a Egipto.
Para todos los días :
1 - Ofrecer de todo corazón un sacrificio o renunciar voluntariamente a algo.
2 - Oración preparatoria :
« STABAT MATER »
La Madre piadosa estaba junto a la cruz y lloraba mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa, traspasada y dolorosa, fiero cuchillo tenía.
¡Oh, cuán triste y cuán aflicta se vio la Madre bendita, de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba y dolorosa miraba del Hijo amado la pena.
Y ¿cuál hombre no llorara, si a la Madre contemplara de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera, Madre piadosa, si os viera sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo, vio a Jesús en tan profundo tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado, que rindió desamparado el espíritu a su Padre.
¡Oh dulce fuente de amor!, hazme sentir tu dolor para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado, mi corazón abrasado más viva en él que conmigo.
Y, porque a amarle me anime, en mi corazón imprime las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora, divide conmigo ahora las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar y de veras lastimar de sus penas mientras vivo.
Porque acompañar deseo en la cruz, donde le veo, tu corazón compasivo.
¡Virgen de vírgenes santas!, llore ya con ansias tantas, que el llanto dulce me sea.
Porque su pasión y muerte tenga en mi alma, de suerte que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore y que en ella viva y more de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda, y contigo me defienda en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte de Cristo, cuando en tan fuerte trance vida y alma estén.
Porque, cuando quede en calma el cuerpo, vaya mi alma a su eterna gloria. Amén.
(Versión de Félix Lope de Vega y Carpio)
SEGUNDO DÍA
Primera consideración : El segundo dolor de María, la huida a Egipto.
« Después que los magos partieron, un ángel del Señor apareció en sueños a José diciéndole: « Levántate, toma al Niño y a su madre y huye a Egipto, y estate allí hasta que yo te avise; porque Herodes ha de buscar al Niño para matarle ». Levantándose José, tomo al Niño y a su madre de noche; y se retiró a Egipto. »
Sabiendo la Virgen que un día vendría donde algunos tentarían matar a su Hijo, el anuncio que le hizo San José, de repente y de noche, tuvo que tener el efecto de una segunda espada. María lo tenía ya todo ofrecido y estaba dispuesta al sumo sacrificio, en cualquier momento del día como de la noche. Pero él que tiene un mínimo de sentimiento puede imaginar y compatir a las mortales angustias que invadieron de repente el suavísimo Corazón de María. Si pudiéramos estar cerca de nuestra Madre en este momento, hubiéramos oído el latir accelerado dentro de su pecho, y sus labios encomendarse a Dios repitiéndole : que aquí tenía a su esclava, dispuesta a consentir al sacrificio que una Madre no puede acceptar sino por razones de caridad que sobrepujan los razonamientos humanos.
Pero a pesar de la acceptación, seguro que pensamientos terribles nacieron en la mente de la Madre de Dios : « Mi Hijo tan pequeño, tan inocente, tan amado… ¡ O Dios mío, si solo este caliz pudiera apartarse de mi ! Pero no, que se cumpla tu voluntad ». Y así se levantó la dulce pero fuerte Virgen María. Tomó su Niño mojandole de sus propias lágrimas convirtiendo sus brazos en el primer altar para la divina Víctima y su Corazón el el primer turíbulo del cual salió el incensio cuanto más puro tanto más ardiente se hacía los carbones de su amor.
Segunda consideración : Repercusión en el corazón de San José.
Cuando san José le dió la mano a su esposa para levantarse y huir, sintió el temblor que traducía la doble intensidad de su caridad y del sacrificio pedido. San José pudo contemplar en la mirada de la Virgen lo hermoso y lo doloroso que es el abandonarse totalmente a la voluntad de Dios. San José lo cotempló y por lo tanto se unió a sus sufrimientos con toda la fuerza y ternura de su puro corazón compasivo. Seguro que San José se emocionó al ver que Dios le había colocado tan cerca de tan grande maravilla y con la misión de proteger ahora tant grande tesoro.
En el largo y penoso camino via a Egipto, San José tuvo la oportunidad de consolar, desaliviar la Santísima Virgen, pero también pudo admirar como la Madre de Dios, después de darse cuenta de que todavía no había llegado la hora del sumo sacrificio, seguía ella con la misma disposición : entregarse del todo con su Hijo hasta la muerte. ¿ No será San José el mejor testigo para contarnos algo de las horas de conversación que tuvo con María, y más todavía, las horas de silencio que tuvo con ella ?
Tercera consideración : Nuestra compasión.
Llegua el momento de plantearnos nuestra propia huida con José y María, porque no cabe duda que la mejor manera de compatir en este dolor, será de acompañar a nuestros santos exiliados a su destierro. Marchar siempre con ellos a donde van y dejar los lugares donde ellos no van o no pueden estar.
Esta consideración nos ayudará a entender lo importante que es huir de las ocasiones del pecado. Si no lo hacemos, nos exponemos a morir bajo los golpes de los nuevos Hérodes que son los demonios. Pero esto no es lo más grave. Lo más grave sería perderse el viage con la Sagrada Familia y perderse para siempre el vivir con ellos. Sin huir del pecado y de sus ocasiones, imposible amar, imposible compatir, imposible salvarse… « ¡ Levántate alma mía... a huir del mundo… a seguir el camino de la Cruz ! »
ORACIÓN FINAL
1 Padrenuestro, 7 Avemarías y Glória.
Ruega por nosotros Virgen dolorosísima / Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
Petición…
Oremos. O Dios que quisiste que en tu pasión, según la profecía de Simeón, el alma dulcísima de la gloriosa Virgen y Madre María fuese traspasada por una espada, concédenos la gracia, que celebrando con veneración su transfixión y pasión, podamos, por la intercesión de los gloriosos méritos de todos los Santos que rodean fielmente la Cruz, obtener el feliz efecto de tu pasión. Por Jesucristo Señor Nuestro. Amén.
Dulce Corazón inmaculado y doloroso de María / Sed la salvación mía.
San José, primer servidor y consolador del Corazón inmaculado y doloroso de María / Ruega por nosostros.
San Juan, primer sacerdote y apóstol del Corazón inmaculado y doloroso de María / Ruega por nosostros.
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