Domingo de Sexagésima - Comentario

Fuente: Distrito de España y Portugal

NOÉ Y EL DILUVIO.

En el transcurso de la semana que comienza ofrece la Santa Madre Iglesia a nuestra consideración, la historia de Noé y el diluvio universal. A pesar de la severidad de sus avisos, no logró recabar Dios la fidelidad y sumisión del linaje humano. Se ve forzado a echar mano de un castigo terrible contra este nuevo enemigo. Ha encontrado, sin embargo, un hombre justo, y trabará nuevamente en su persona alianza con nosotros. Antes, empero, quiere que nos persuadamos que es dueño soberano, y en el instante por El escogido, se anegará el hombre, tan ufano de su ser prestado, bajo las ruinas de su morada terrenal.

Daremos aquí, por de pronto, como base de las enseñanzas de esta semana, algunas líneas del Génesis, sacadas del oficio de maitines del día.

GENESIS (VI, 5-12)

Viendo Yahvé cuánto había crecido la maldad del hombre sobre la tierra y cómo todos sus pensamientos y deseos sólo y siempre tendían al mal, se arrepintió de haber hecho al hombre en la tierra, doliéndose grandemente en su corazón y dijo: "Voy a exterminar al hombre que hice de sobre la faz de la tierra; al hombre, a los animales, a los reptiles y hasta las aves del cielo, pues me pesa de haberlos hecho". Pero Noé halló gracia a los ojos de Yahvé.

Estas son las generaciones de Noé: Noé era varón justo y perfecto entre sus contemporáneos, y siempre anduvo con Dios. Engendró tres hijos, Sem, Cam y Jafet. La tierra estaba corrompida ante Dios, y llena de toda iniquidad. Viendo, pues, Dios que todo en la tierra era corrupción, pues toda carne había corrompido su camino sobre la tierra, dijo a Noé: "Veo venir el fin de todos, pues la tierra está llena de sus iniquidades y voy a exterminarlos a ellos con la tierra."

La catástrofe que entonces se abatió sobre el linaje humano fué también fruto del pecado; pero hallóse al menos un hombre justo, y él fue quien salvó el mundo de la ruina total, por él y su familia. Después de dignarse renovar su alianza, permitió Dios ser repoblada la tierra y los tres hijos de Noé fueron padres de las tres grandes razas que la pueblan.

Este es el misterio del oficio durante esta semana. El de la Misa, que está figurado por el precedente, es aún más importante. En el sentido moral, ¿no está sumergida la tierra en un diluvio de vicios y de errores? Menester es se pueble de hombres temerosos de Dios como Noé. La palabra de Dios, simiente de vida hace que nazca esta nueva generación. Y esa palabra de Dios produce estos hijos de que habla el discípulo amado, "que no son nacidos de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad de Dios, sino de Dios mismo'". Esforcémonos a entrar en esta familia, y, si por ventura somos ya miembros de ella, guardemos mimosamente nuestra dicha. Se trata estos días de esquivar las olas del diluvio, de buscar asilo en el arca de salvación; se trata de llegar a ser esa buena tierra en que la semilla da el ciento por uno. Procuremos huir de la cólera futura para no perecer con pecadores, y mostrémonos ávidos de la palabra de Dios -que ilumina y convierte las almas.