CÑ 41 - Corpus Christi

Fuente: Distrito de España y Portugal

Carta a los niños 41 | Corpus Christi

El segundo misterio que el Espíritu Santo nos recuerda es la Fiesta del Santísimo Sacramento del altar. Si bien el Jueves Santo es el día de la institución de este sacramento, como en ese día se conmemoran varios hechos y hay muchas ceremonias (bendición de los óleos sagrados por el obispo, institución del sacerdocio, el comienzo de la Pasión), la Iglesia ha escogido otro jueves del año, para celebrar y venerar con mayor solemnidad a la Sagrada Eucaristía.

En la “Secuencia” de la misa (que encontrarán en los misales, y que viene bien leer y rezar a menudo) encontramos un resumen de nuestra FE y del Catecismo acerca de este misterio.

En primer lugar debemos celebrar esta fiesta alabando al Salvador, al Guía y al Pastor, que es N. S., y debemos alabarlo cuanto podamos, por este don que nos ha dejado, porque nunca será suficiente nuestra alabanza.

El tema de la alabanza es el Pan vivo y que da vida, el cual nos fue dado en la última cena. Con este sacramento de la Nueva Ley, ha terminado la Antigua Ley, y la luz y la verdad eliminan la sombra y la noche en que se encontraba el hombre antes de la venida de Nuestro Señor.

Lo que Jesucristo hizo en la última cena, eso mismo mandó que se hiciera en su memoria por los sacerdotes, como se dice en la misa después de la consagración de la Sangre.

Es dogma para los cristianos que el pan se convierte en la Carne de Cristo, y el vino en su Sangre. Esto que no podemos entender porque está fuera del orden natural de las cosas, sin embargo, lo afirma la FE, que nos reveló Dios, que no puede engañarse ni engañarnos.

¿Y qué nos dice la Fe católica? Que bajo las diversas especies o accidentes de pan y de vino, están escondidos los dones más excelentes. Su Carne es alimento y su Sangre bebida, “Yo soy el pan vivo bajado del Cielo”, dijo Nuestro Señor. Sin embargo, todo Cristo entero permanece bajo una y otra especie, es decir, bajo la especie de pan se encuentra el Cuerpo de N. S. pero también su sangre, alma y divinidad, y bajo la especie de vino se encuentra su Sangre, pero también su cuerpo, alma y divinidad.

Lo reciban uno o lo reciban mil personas, no importa, no se consume N. S. Lo toman los buenos y, lamentablemente, también los malos, pero el resultado no es igual, la vida eterna para los buenos, y la muerte eterna para los malos ¡mira cómo un mismo alimento produce efectos tan diversos!

Cuanto se parta la Hostia, como hace en un momento de la misa el sacerdote, no vaciles, sino recuerda que está N. S. todo entero tanto en una partícula como en la Hostia entera. Aclaración: cuando se parte, no se parte la substancia, sino sólo el signo, o las especies, pero a Jesús no le sucede nada.

¿Y qué consecuencias produce en nosotros este sacramento? He aquí el pan de los ángeles, hecho comida de los viajeros, que somos nosotros los cristianos, ya que estamos de viaje hasta el Cielo.

Tuvo como figuras en el A. T., la inmolación de Isaac, el Cordero Pascual y el Maná dado a los judíos en el desierto.

Finalmente ante el Santísimo debemos rezar y pedir. ¡Oh Buen Pastor!¡Pan verdadero!¡Oh Jesús! Ten misericordia de nosotros. Aliméntanos y protégenos. Has que veamos tus bienes en la tierra de los vivos, es decir, que nos salvemos y lleguemos al Cielo. Tú que todo lo sabes y puedes, haz que seamos tus comensales, esto es tus invitados especiales, tus coherederos, porque Tú eres el Hermano Mayor y nosotros los menores que participamos de tu herencia, y compañeros de los santos ciudadanos de tu Reino. AMÉN.