CÑ 39 Pentecostés
Carta a los niños 39 | Pentecostés
Es tan importante el día de Pentecostés, que la Iglesia, al igual que con la Pascua, extiende su festejo durante toda una semana.
¿Por qué es tan importante esta Fiesta? Porque ha descendido del Cielo la tercera Persona de la Santísima Trinidad, para dar comienzo a la obra de la Iglesia.
Habíamos dicho que la Pascua judía, que celebraba el Paso del Mar rojo, era una figura de la Pascua cristiana, en donde Nuestro Señor pasa de la muerte a la vida para rescatarnos de las garras del faraón, que se llama Satanás.
Pero los judíos festejaban también la fiesta de Pentecostés, en la que celebraban, cincuenta días después de la Pascua, el día en que Dios entregó a Moisés las tablas de la ley en el monte Sinaí, instituyendo así la “Ley antigua”, que los judíos debían guardar hasta la venida del Mesías prometido.
Ahora bien, esta fiesta era también una figura del verdadero Pentecostés, en donde el Espíritu Santo viene a promulgar la “Nueva Ley”, que vino a predicar Nuestro Señor Jesucristo. La diferencia es que, en el Antiguo Testamento, se dio una ley escrita en tablas de piedra, mientras que, en el Nuevo Testamento, se dio una ley escrita en los corazones, es decir, la gracia de Dios que habita en nuestras almas y que nos hace Templos del Espíritu Santo.
La Sagrada Escritura nos dice que los apóstoles después de la Ascensión del Señor, se quedaron diez días encerrados en el cenáculo, junto con la Virgen María, otros discípulos, y unas piadosas mujeres, para prepararse, por medio de la oración, a recibir el Espíritu Santo prometido.
El domingo, a la hora de tercia, es decir, a las nueve de la mañana, estaban todos en oración, cuando de repente, se escucha un viento violento que venía del cielo, el cual sonó con gran potencia. Inmediatamente, unas lenguas de fuego descendieron sobre cada uno de los que estaban en el cenáculo: era el Espíritu Santo, que tomaba posesión de ellos.
En ese momento, la Iglesia, que había sido ya fundada por Nuestro Señor, recibe toda la sobreabundancia de los dones del Espíritu Santo, para comenzar la misión que le había dejado su fundador: “Id y predicad a toda la tierra”. Es por eso que el Espíritu Santo descendió en “lenguas de fuego”: fuego, porque es el Amor del Padre y del Hijo, y lenguas, porque será por la predicación apostólica que se difundirá la Iglesia.
Los judíos, que habían venido de todas partes a festejar la fiesta de Pentecostés a Jerusalén, al escuchar el estruendo, se congregaron alrededor del cenáculo para ver que sucedía. Todos quedaron maravillados de que cada uno les oía hablar en su propia lengua. Porque el Espíritu Santo, llenó a los apóstoles de todo tipo de carismas o dones especiales, y uno era este, el “don de lenguas”, por el que podían predicar y ser escuchados en cualquier idioma. Allí habían judíos de Roma y de Grecia, de Asia y de Persia, de Egipto y de Libia, y todos podían entender lo que decían: “las maravillas de Dios”.
Finalmente, el apóstol San Pedro aprovecha la ocasión, y en el primer sermón que hace la Iglesia, por medio del Vicario de Cristo, se convierten tres mil almas. Así comienza la historia de la Santa Iglesia Católica, que convertirá almas para Nuestro Señor Jesucristo, hasta que Él vuelva por segunda vez en el final de los tiempos.
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RP Gastón Driollet, fsspx