CÑ 27 - La justicia de Dios en un banquete
Carta a los niños 27 | La justicia de Dios en un banquete
La Sagrada Escritura nos da un ejemplo de “la justicia divina”.
Baltasar era rey de Babilonia. Un día decide hacer un banquete espléndido y magnífico, para el aniversario de su coronación. Más de mil convidados asistieron al banquete real y comieron y bebieron todos casi hasta embriagarse. El mismo rey estaba medio borracho.
En medio de aquella alegría, mandó que le trajesen a la mesa los vasos sagrados que su padre, Nabucodonosor, había robado del santo templo de Jerusalén. Así hicieron los criados, y en ellos, empezaron a brindar por la gloria del rey, cometiendo un sacrilegio con aquellos tesoros que estaban dedicados al culto de Dios. Mientras brindaban se reían del Dios de los judíos, y se burlaban de esas cosas santas.
De repente, aparece en la superficie de la pared, enfrente del rey, una mano misteriosa. Parecía la mano de un hombre invisible. A la luz de los candelabros se notaba que estaba escribiendo algo.
Ante aquella aparición todos quedaron enmudecidos y espantados. El rey, pálido por el miedo, gritó: “que vengan inmediatamente todos los sabios y adivinos, y que me expliquen esos caracteres escritos en la pared por la mano invisible”.
Al llegar los sabios y al estudiar aquellas letras dijeron: “¡Oh, rey, no entendemos nada!”. En ese momento, se presentó la reina y le dijo al rey que sólo un hombre podía revelar el misterio, un profeta hebreo, que se llamaba Daniel. Al instante, el rey mandó a llamarlo.
Al llegar Daniel, se presentó diciendo: “Soy Daniel, profeta del único Dios, a quien todos debemos adorar”. “Pues bien”, dijo el rey, “explícame esas letras, y si lo haces a mi satisfacción, ocuparás el tercer puesto entre los príncipes del reino”.
Dijo Daniel en tono solemne y grave: “no vengo en busca de honores, sino para anunciar la verdad aquí encerrada. Tú debías conocer al verdadero Dios porque has oído hablar de él y de sus grandezas. Tú sabías que no hay más que un solo Dios, el Dios de los judíos, los cuales fueron traídos, por tu padre, cautivos a esta ciudad de Babilonia. Tú, sin embargo, le has blasfemado y has profanado sus vasos sagrados. Por eso ha llegado para ti la hora de la justicia divina. Lo escrito en la pared y su significado es: Mane, Dios ha contado los días de tu reino, Tecel, el Señor te ha pesado en la balanza y has sido hallado falto, Fare, tu reino será dividido y entregado a los medos y persas”.
En efecto, aquella misma noche, Ciro entró en la ciudad de Babilonia, penetró en el mismo salón donde estaban los príncipes festejando, y pasó a filo de espada a todos los allí presentes. Así se cumplieron los decretos inexorables de la justicia divina.
Estimados niños, antes de cometer alguna falta, debemos acordarnos que Dios siempre nos mira y que siempre puede su mano castigarnos si somos infieles a Él. Tengamos un santo “temor de Dios” y de su justicia.
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Padre Gastón Driollet, fsspx