CÑ 26 - El Temor de Dios
Carta a los niños 26 | El Temor de Dios
En este tiempo de Pascua hemos dicho que tenemos que imitar esa “vida nueva” de Cristo, reproduciéndola en nuestras almas, haciendo buenas obras. Hemos visto cuántas cosas ha hecho Nuestro Señor por nosotros. Pero…¡Ay de nosotros si no nos portamos bien y si abusamos de la misericordia divina!
Sabemos que Dios es bueno y misericordioso y nos lo ha manifestado hasta el punto de hacerse hombre y morir por nosotros. Pero no debemos olvidarnos de que Dios es también Justo y que nadie puede escapar a los castigos divinos. Dios quiere que, a cambio de tantos beneficios, hagamos su voluntad, cumplamos los mandamientos e imitemos a Nuestro Señor Jesucristo. Y sabemos por la fe que, a aquellos que no se portan bien, Dios los castigará, en esta vida o en la otra. No debemos abusar de la misericordia y de la bondad divina.
Esto quiere decir que debemos tener un saludable “temor de Dios”. Hay dos clases de temor a Dios: el “temor servil”, que es una especie de miedo a Dios por los castigos que nos puede infligir por nuestros pecados; y el “temor filial”, que hace que evitemos el pecado, no tanto por los castigos que nos pueda enviar, sino más bien porque el pecado ofende a Dios y le desagrada.
El temor servil, implica un amor imperfecto a Dios, mientras que el temor filial un amor más perfecto y puro, el cual debemos tener y pedir a Dios que nos lo dé, ya que debemos evitar los pecados principalmente porque ofenden a Dios. Sin embargo, el temor servil, aunque es imperfecto, es útil, porque no debemos olvidarnos nunca que Dios es justo y castiga a los que se portan mal.
Puede ser que la tentación a veces nos parezca demasiado fuerte y nos cueste evitar el mal. En esos momentos, debemos acordarnos de cuánto ofende a Dios el pecado, hasta el punto de crucificarlo en una cruz. Pero si incluso eso no nos anima para no pecar, al menos sepamos que Dios siempre nos está viendo y que no deja pecado sin castigar. Pidamos a nuestro Santo Ángel de la Guarda que nos infunda un santo temor de Dios, ya que él está viendo el poder y la majestad de Dios en el Cielo.
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Padre Gastón Driollet, fsspx