CÑ 24 - Muchos cobardes y dos valientes
Carta a los niños 24 | Muchos cobardes y dos valientes
El pueblo judío se encontraba esclavizado en Egipto. Dios escucha el clamor de su pueblo y decide librarlos por medio de Moisés. Dios les promete a los judíos que los iba a llevar a la “Tierra prometida”, si ellos eran fieles a Dios.
Con gran poder y grandes milagros sacó Dios por medio de Moisés a su pueblo de la esclavitud del Faraón. Diez terribles plagas envió Dios para castigar a los egipcios. Cuando estaban saliendo, les abre el mar Rojo por delante para que avanzaran y después de que pasó el último, sumerge a sus enemigos en lo profundo del mar. De día los guiaba por una nube y de noche por una columna de fuego. Llegaron al Monte Sinaí en donde les entregó “la ley”, que debían guardar fielmente. Allí mismo se les manifestó Dios con una tormenta de rayos y truenos que espantó a todo pueblo, mostrándoles su “omnipotencia”. De muchas maneras les mostró cómo era fiel a su promesa y cuánto era su poder.
Al llegar a la frontera de la Tierra prometida, el pueblo de detuvo cerca del Jordán. Moisés mandó a varios príncipes para que exploraran aquellos parajes que Dios les había prometido y vieran las costumbres y ciudades de los habitantes que vivían allí. Marcharon estos hombres hacia aquella tierra desconocida. Era justo la época de vendimia y hallaron que era de una riqueza que jamás se hubieran imaginado. Tomaron granadas, higos y racimos de uva y volvieron al campamento.
Todo el pueblo se reunió para esperarlos y se admiraron al ver los frutos que habían traído. Pero uno de los exploradores les habló diciendo: “Hemos recorrido ese hermoso país, pero ¡ay de nosotros si intentamos atravesar el Jordán! Aquellos hombres son gigantes y entrenados para la guerra. Viven en ciudades amuralladas que son inexpugnables. Sus ejércitos son poderosos e innumerables. Conquistarlos sería una locura”.
Cuando los judíos escucharon esto, se aterrorizaron. Algunos de alzaron contra Moisés y le recriminaron que los hubiera sacado de Egipto para haberlos traído a unas tierras a donde iban a morir.
Pero hubo dos valientes que habían formado parte de los exploradores, que se presentaron ante el pueblo sublevado. Se llamaban Josué y Caleb. Entonces Josué les dijo: “¿Cómo osáis, insensatos, rebelaros contra Dios y su siervo Moisés? ¿Os habéis olvidado de las maravillas que Dios hizo por nosotros hasta ahora, después de habernos sacado de Egipto? ¿Qué importa si son fuertes nuestros enemigos, si contamos con el auxilio de Dios? Con su ayuda los destruiremos”.
Por esta “desconfianza” del pueblo, Dios castigó a los judíos a peregrinar durante 40 años por el desierto. A pesar de que vieron tantos y tan grandes prodigios de Dios, dudaron, y no esperaron en Él. Si hubieran confiado en la promesa de Dios y hubieran esperado en su ayuda, hubieran vencido a sus enemigos.
Esto nos muestra la importancia de la virtud de esperanza. Dios nos prometió el Cielo, la verdadera “Tierra prometida”. Y a pesar de que aparezcan grandes obstáculos, pruebas y dificultades, Dios nos promete su ayuda y debemos confiar y esperar en Él. Ninguno de los que desconfiaron en Dios, entró en la Tierra prometida. En cambio, Josué y Caleb, que esperaron en Dios, fueron los únicos que pudieron llegar. Si esperamos siempre en la ayuda divina, nosotros también vamos a poder entrar algún día en el Cielo.
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Padre Gastón Driollet, fsspx