CÑ 23 - La virtud de Esperanza

Carta a los niños 23 | La virtud de Esperanza
Hemos dicho ya que Nuestro Señor es nuestro modelo en todas las cosas. Ahora bien, su resurrección es modelo de nuestra futura resurrección. Es dogma de fe, que al final de los tiempos todos los hombres resucitarán, los justos con un cuerpo glorioso para entrar en el cielo y los condenados con un cuerpo deforme para entrar en el infierno. Es un consuelo para los cristianos saber que algún día vamos a volver a recuperar nuestro mismo cuerpo aunque ya en un estado de perfección, si es que hemos perseverado en la gracia de Dios hasta la muerte.
Por lo tanto, la resurrección de Nuestro Señor produce en nosotros la virtud de esperanza, ya que viendo su resurrección esperamos que, por la gracia de Dios, algún día también recuperaremos nuestro cuerpo.
¿Qué es la esperanza? Es una de las tres virtudes teologales, infundidas por Dios en el alma, y con la cual deseamos y esperamos la vida eterna que Dios ha prometido a los que le sirven, y los medios necesarios para alcanzarla.
Esta virtud se apoya en la bondad de Dios y en sus promesas. Dios es sumamente bueno y ha prometido, si nosotros cumplimos los mandamientos y nos portamos bien en esta vida, llevarnos al Cielo, donde seremos felices eternamente viendo a Dios cara a cara. Y cuando Dios hace una promesa siempre la cumple, porque no puede mentir ni engañarnos. Además, es sumamente poderoso, por lo que, cuando Él quiere algo, lo hace sin problema alguno.
Todo esto hace que nosotros nos apoyemos en esta promesa divina con gran confianza en Dios. Por eso el cristiano “espera” con toda seguridad, si se porta bien, alcanzar la Vida Eterna, lo cual es una fuente de paz y de alegría.
Y con esta virtud esperamos también todas las ayudas divinas que necesitamos para llegar al Cielo. Por eso los verdaderos cristianos nunca se desesperan aunque los problemas, las dificultades y las cruces sean enormes, porque saben que Dios siempre ayuda en todo momento, y que Él es sumamente poderoso para librarnos de todo tipo de males. Y, si Dios quiere que suframos alguna dificultad o algún mal, es porque quiere purificarnos y que ganemos méritos para ir al Cielo.
Así como dijimos que, cada vez que rezamos debemos hacer actos de fe y pedirle a Dios que aumente nuestra fe, lo mismo debemos hacer con la esperanza: debemos hacer actos de confianza en Dios y pedirle que nos aumente esta virtud.
Es tan necesaria la esperanza como la fe, porque la esperanza nos da fuerzas necesarias para superar todos los obstáculos que encontramos en esta vida para ir al Cielo.
Pidámosle a la Virgen María en el Rosario que rezamos todos los días, para que nunca desfallezca nuestra esperanza en su ayuda maternal.
Padre Gastón Driollet, fsspx