CÑ 22 - Dos santos niños

Fuente: Distrito de España y Portugal

Carta a los niños 22 | Dos santos niños

Ayer hablábamos de la virtud de la fe. Vimos cómo Nuestro Señor mismo reclama que tengamos fe en Él y que creamos en todo lo que Dios nos revela. Pero es tan importante esta virtud que debemos guardarla como al tesoro más precioso. Es más, hasta deberíamos morir antes de abandonar la fe, porque nuestra vida vale menos que la fe en Dios, ya que la fe nos conduce a “la verdadera vida eterna”. Y dos santos niños españoles nos dan un gran ejemplo de esto.

Hace muchos años atrás, en la época en que existía el Imperio Romano, había dos hermanitos nacidos en Alcalá de Henares. Uno se llamaba Pastor, que tenía nueve años, y el otro Justo, que tenía alrededor de siete. Una mañana, cuando iban a la escuela, se encontraron con otros compañeros, los cuales les contaron que acababa de llegar hace poco un nuevo gobernador, que se llamaba Daciano, el cual venía con la misión de acabar con todos los cristianos.

Lo primero que hizo Daciano, fue publicar carteles en todos los lugares diciendo que todos debían adorar a los dioses e ídolos que el Emperador adoraba en Roma, y que aquel que adorara a otro dios sería atormentado largamente y, finalmente, muerto.

Algunos de los niños que leían los anuncios, se burlaban de los cristianos diciendo: “veamos si los cristianos se atreven a llamarse ahora como tales. Cuando vean a los soldados, correrán a adorar a los dioses nuestros”.

En ese momento llegaban Pastor y Justo, y cuando se enteraron de lo pensaban sus compañeros paganos les dijeron: “Para que veáis que no tenemos miedo a la muerte, ahora mismo vamos a decirle a ese gobernador que somos cristianos, y que nuestra mayor felicidad será morir por nuestra santa fe”.

Inmediatamente fueron al palacio del Gobernador, y, una vez que estaban delante de él, le dijeron: “¿Piensas que porque vienes amenazando con la muerte vas a espantar a los verdaderos hijos de Dios? Te engañas. Aquí tienes a dos pobres niños que, confiados en la gracia de Dios, vienen a decirte que tú adores a Nuestro Señor Jesucristo”.

Inmediatamente, el gobernador sumamente enojado, mando que los verdugos los azotaran con cadenas de hierro. Y mientras sufrían este terrible suplicio, Pastor se volvió a su hermanito menor y le dijo: “No temas hermanito, este sufrimiento es pasajero. Reza y canta porque Nuestro Señor nos prepara una recompensa eterna en el Cielo”. Y Justo le contesta: “No temas, que aunque soy muy pequeñito, ya sé que Jesús ha muerto por mí, y mi mayor gusto será que yo muera por Él”.

El gobernador, enfurecido al verse vencido por dos niños que no querían abandonar su fe, mandó que los sacaran fuera de la ciudad y les cortaran la cabeza. Antes de morir el verdugo les volvió a preguntar: “¿Renegáis de Jesucristo?”. “¡Viva Jesucristo!”, exclamaron los niños. Y el verdugo les cortó la cabeza, pero sus almas volaron al Cielo para recoger la gloriosa palma del martirio que habían conseguido.

Allí tenemos un ejemplo, en estos santos niños y mártires Justo y Pastor, de cómo debemos conservar y amar nuestra fe, más aun que nuestra propia vida. Y aunque a nosotros ahora no se nos pida que muramos para conservar la fe, sin embargo, debemos dar testimonio de que somos cristianos, llevando una conducta santa como la de estos dos santos niños y pedirle a Dios que cada día aumente más nuestra fe.