CÑ 20 - El Bautismo
Carta a los niños 20 - El Bautismo
Ayer tratamos acerca de la gracia santificante, que es la vida del alma. Dijimos que la gracia se nos comunica principalmente por los sacramentos, aunque también, por la oración y las buenas acciones hechas en gracia de Dios, las cuales nos merecen un aumento de gracia.
Ya habíamos visto algunos sacramentos, pero conviene que recordemos el primero de todos los sacramentos: el santo Bautismo. La Iglesia en este tiempo pascual nos recuerda mucho la importancia de este sacramento. Es más, antiguamente, aquellos que se convertían al cristianismo, se bautizaban durante la Vigilia Pascual, la noche del Sábado Santo.
¿Por qué la Iglesia nos recuerda este sacramento en esta época especialmente? Porque, la gracia santificante, esto es, la vida divina, que Nuestro Señor nos adquirió por los méritos de su Pasión y Muerte, se nos aplican por primera vez a nuestras almas por este sacramento.
El Bautismo es el primero de todos los sacramentos. Es la puerta para poder recibir los demás sacramentos. Por tanto, por el Bautismo recibimos la Gracia Santificante y nacemos a la vida sobrenatural, a la vida de Dios en nuestras almas.
Además cuando recibimos el Bautismo, se nos borró el pecado original, con el que nacemos todos, nos hicimos miembros de la Iglesia y se nos imprimió un carácter, el carácter bautismal, que es como un sello imborrable, una marca que permanecerá siempre en nuestras almas, que nos une con Cristo. Y es a través de ese carácter, por el cual se nos comunica la gracia a nuestras almas.
¡Qué importante es este sacramento! Siempre debemos tener presente el día en que fuimos bautizados (aunque no nos acordemos porque éramos pequeños cuando nos bautizaron), porque ese día comenzamos a ser cristianos, hijos de Dios y herederos del Cielo. Deberíamos festejar con alegría el día de nuestro bautismo, más aun que el día de nuestro nacimiento, porque de nada nos hubiera valido el haber nacido, si no hubiésemos recibido el santo Bautismo, gracias al cual podemos entrar en la vida eterna.
Acordémonos siempre que llevamos en nuestra alma “el carácter de cristianos”, y que estamos unidos a Nuestro Señor Jesucristo. Esto debe ayudarnos para que nos esforcemos a ser mejores hijos de Dios a imitación de Jesús.
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