Carta a los niños 13

El Sacerdocio
Mañana es Jueves Santo ¡Cuántos misterios se conmemoran en ese día! Por eso conviene que nos adelantemos y pensemos en uno de los grandes dones que Nuestro Señor dejó a su Santa Iglesia.
El jueves por la tarde Jesús se reunió en el cenáculo para comer “el cordero pascual”, siguiendo el rito de los judíos. Y después de cenar, instituyó el sacramento de la Eucaristía, convirtiendo, por primera vez, el pan en el Cuerpo de Nuestro Señor y el vino en su preciosísima Sangre. Pero de este sacramento trataremos mañana.
La Iglesia y toda la Tradición nos dicen que después de realizar la “transubstanciación”, Nuestro Señor dijo a sus apóstoles “haced esto en memoria mía”, y en ese momento ordenó a sus apóstoles sacerdotes, instituyendo también el sacramento del “Orden Sagrado”.
Este sacramento es muy importante para la vida de la Iglesia y para la vida de todos los cristianos.
¿Por qué? Porque los sacerdotes tienen como tarea principal celebrar el Santo Sacrificio de la Misa donde se consagra el sacramento de la Eucaristía. Y de la Misa y de la Eucaristía, nos vienen todas las gracias que Nuestro Señor distribuye a todos los cristianos y que pasan por los demás sacramentos. Sin sacerdotes, no hay Eucaristía, y sin la Eucaristía no puede haber vida sobrenatural en las almas.
¡Qué poder tan grande tienen los sacerdotes! ¡Poder celebrar la Santa Misa y consagrar el Cuerpo y la Sangre de Jesús! No hay dignidad más grande que la del sacerdote. Los reyes y príncipes no tienen este poder. Los ángeles del cielo tampoco. Sólo aquellos que han sido elegidos por Dios y han recibido este sacramento, pueden obrar en la misa “en persona del mismo Cristo Nuestro Señor”, es decir, que Jesús mismo usa a los sacerdotes como instrumentos cuando administran los sacramentos, y por eso se dice que el sacerdote es “Otro Cristo”, porque Cristo mismo actúa a través de ellos.
Además el sacerdote nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida, como el pastor que cuida de sus ovejas. Cuando nacemos, un sacerdote nos “bautiza” para darnos la vida de la gracia. Cuando crecemos, un sacerdote, con un poder mayor que el de los simples sacerdotes, como es el obispo, nos da la “confirmación”. A lo largo de toda nuestra vida, los sacerdotes nos enseñan la fe, nos perdonan los pecados en la “confesión”, y alimentan nuestra alma por la “comunión”. Cuando dos cristianos se unen en matrimonio, hay un sacerdote presente para confirmar dicha unión. Y, al final de nuestras vidas, el sacerdote nos administra el sacramento de la “extremaunción”, para que podamos llegar al cielo de la mejor manera.
Por todas estas cosas vemos cuán importante es que todos los cristianos recemos para que hayan muchos y santos sacerdotes. Pidamos a Dios, sobre todo mañana, que es el día de la institución del sacerdocio, por los sacerdotes, para que se hagan santos, ya que de su santificación nos aprovecharemos todos.
¡Señor danos muchos santos sacerdotes! San Pío X, ruega por nosotros.
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